José Hernández Quintero
Una de las más grandes y poderosas industrias en
el mundo, la farmacéutica, crece año con año en términos financieros,
lamentablemente, este enriquecimiento no se ha traducido en generar
nuevos conocimientos en el campo de la medicina y la farmacología para
descubrir la cura de un sinfín de enfermedades, infecciones, pandemias o
sufrimientos de los
que adolece la humanidad.
¿Cómo es que las compañías farmacéuticas han
adquirido tanto poder económico? Es una de las preguntas que se desprenden de
la crónica que hace Hans Weiss en un capítulo dentro de El libro negro de las
marcas, para empezar a vislumbrar una posible respuesta tenemos que
analizar la forma en cómo opera esta industria.
Y es que por desgracia la medicina se ha
convertido en eso, en una industria y en una muy rentable, pareciera que de
lado han quedado las buenas intenciones por abastecer o proveer de algún
remedio o cura para los enfermos. Todo lo que le interesa ahora es sacar nuevos
fármacos al mercado lo más rápido posible para obtener jugosas regalías.
El tiempo es dinero y más cuando se trata del tiempo
de vida de una patente y no de un paciente, por ello, no importa los métodos
para probar nuevos medicamentos, aun menos tiene relevancia falsear resultados,
ocultar efectos secundarios o comprar a doctores que venden como conejillos de
indias a sus pacientes y los exponen ante riesgos desconocidos. Vaya paradoja
que resulta esto último, los médicos que se supone velan por la salud de todo
ser humano, son ellos los que transgreden lineamientos éticos y morales, ya no
digo de un profesionista de la salud sino de cualquier persona que lucre con la
vida de otro.
Los medicamentos pierden su esencia primigenia y
se convierten en moneda corriente, acaba traduciéndose en quién es el que
determina el precio de la salud. Para mantener el control del mercado, no solo
se afecta el proceso de creación de nuevos fármacos sino también se delimita el
rumbo de las investigaciones que se hacen en el ámbito médico. Es decir, solo
se exploran posibles rutas que impliquen tratamientos más largos o se buscan
curas para ciertas enfermedades y otras se dejan de lado, corrompiendo todo el
sistema de salud pública.
Toda esta distorsión es por el uso de las
patentes, ahí está la clave para combatir a las magnánimas farmacéuticas. Sin
embargo, vemos que los gobiernos de diferentes países parecen no preocuparles
en absoluto la salud de sus pueblos y los costos que esto implica, se viola
sistemáticamente el derecho a la salud de toda persona. De esta manera se han
ido agravando enfermedades a causa de la forma de operar de esta industria.
Se dice fácil, que unas diez empresas controlen
las medicinas pero esto conlleva grandes repercusiones para la humanidad, sino
tienes suficiente dinero no se produce el medicamento que se requiere, tal es
el caso del tratamiento para el VIH, solo se puede encontrar en los países
desarrollados. Mientras tanto que sigan las muertes en los países del tercer
mundo. Esto es tan cotidiano que perdemos de vista las dimensiones que esto
adquiere.
Pero ante las grandes industrias siempre ha
existido la piratería, en este caso los llamados genéricos, mostrándose como la
solución para los pueblos que se ven desprotegidos y en una situación de
desventaja ante la gran maquinaria farmacéutica, acercando las medicinas que en
otras circunstancias se verían lejanas.
Los genéricos ponen sobre la mesa una discusión
que implica el derecho a la salud, y pone en tela de juicio la valía de las
patentes. Porque si tomamos en cuenta que la creación de un nuevo medicamento
tiene como finalidad última curar a las personas y beneficiar a la humanidad.
Es verdad que el creador debería de percibir algún beneficio por su aportación
pero en verdad los científicos son los que más se benefician y si no es así
porque seguimos empleando normas que solo acarrean beneficios a terceros.
La comunidad científica debe de comprometerse con
las sociedades y reivindicar el rol que están jugando en todo este entramado,
ya que ellos son una pieza clave de este rompecabezas. Así mismo, los gobiernos
están obligados a cambiar las normas que regulan el mercado para dar a los
ciudadanos certeza de que podrán recibir cualquier tratamiento en cualquier
momento. Por otra parte, los ciudadanos estamos obligados a denunciar a este
tipo de industrias que lucran con la salud y la necesidad de las personas.
La más perjudicada sin duda ha sido la cultura de
la salud y cómo es que la concebimos, tendremos que luchar, denunciar y
reclamar por el bienestar de toda persona.
Vídeo Salud en
Venta
Referencias
- Werner, K. y Weiss, H. (2001): Conejillos de indias en El
libro negro de las marcas, Buenos Aires, Sudamericana, 2003, 69-98.CONEJILLOS DE INDIAS
Fuente: http://escienciadecultura.wordpress.com/2013/11/18/la-mafia-de-los-farmacos/
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