Roberto Savio
IPS
Aunque para muchos ha pasado inadvertido, el 13 de abril el Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó la
tercera y última parte de un informe en el que se advierte sin rodeos que solo
tenemos 15 años para evitar superar el umbral de un calentamiento global de dos
grados. Más allá, las consecuencias serán dramáticas.
Solo los más miopes no toman conciencia de qué se trata: desde el aumento
del nivel del mar, hasta más frecuentes huracanes y tormentas y un impacto
adverso en la producción de alimentos.
En un mundo normal y participativo, en el que 83 por ciento de las personas
que viven hoy todavía existirán dentro de 15 años, este informe habría
provocado una reacción dramática.
En cambio, no ha habido un solo comentario de los líderes de los 196 países
en los que habitan los 7.500 millones de “consumidores” del planeta.
Los antropólogos que estudian las semejanzas y diferencias entre los seres
humanos y otros animales, hace un buen tiempo que llegaron a la conclusión de
que la humanidad no es superior en todos los aspectos.
Por ejemplo, el ser humano es menos adaptable a la supervivencia que muchos
animales en casos de terremotos, huracanes y otros desastres naturales. A estas
alturas, ellos deben advertir síntomas de alerta y malestar.
El primer volumen de este informe del IPCC, publicado en septiembre de 2013
en Estocolmo, estableció que los humanos son la causa principal del
calentamiento global, mientras que la segunda parte, lanzada en Yokohama el 31
de marzo, afirmó que “en las últimas décadas, los cambios climáticos han
causado impactos en los sistemas naturales y humanos en todos los continentes y
en todos los océanos”.
El IPCC está formado por más de 2.000 científicos de todo el mundo y esta
es la primera vez que ha llegado a firmes conclusiones finales desde su
creación por las Naciones Unidas en 1988. La principal conclusión es que para
detener la carrera hacia un punto sin retorno, las emisiones globales deben
reducirse entre 40 y 70 por ciento antes de 2050.
El informe advierte que “solo los grandes cambios
institucionales y tecnológicos darán una oportunidad superior a 50 por ciento”
de que el calentamiento global no traspase el límite de seguridad, y agrega que
las medidas deben comenzar a más tardar en 15 años, completándose en 35.
Vale la pena señalar que dos terceras partes de la humanidad es menor de 21
años y en gran medida son ellos los que tendrán que soportar los enormes costos
de la lucha contra el cambio climático.
La principal recomendación del IPCC es muy simple: las principales
economías deben fijar un impuesto a la contaminación con dióxido de carbono,
elevando el costo de los combustibles fósiles, para impulsar el mercado de
fuentes de energías limpias, como la eólica, la solar o la nuclear.
Diez países son los causantes de 70 por ciento del total de la
contaminación mundial de gases de efecto invernadero, mientras Estados Unidos y
China son responsables de 55 por ciento de esa magnitud.
Ambos países están tomando medidas serias para combatir la contaminación.
El presidente estadounidense, Barack Obama, trató en vano de obtener el
beneplácito del Senado y ha debido ejercer su autoridad bajo la Ley de Aire
Limpio de 1970 para reducir la contaminación de carbono de los vehículos e instalaciones
industriales, estimulando las tecnologías limpias. Sin embargo, no puede hacer
nada más sin apoyo del Senado.
El todopoderoso nuevo presidente de China, Xi Jinping, considera
prioritario el medio ambiente, en parte porque fuentes oficiales estiman en
cinco millones anuales el número de muertes en ese país por la contaminación.
Pero China necesita carbón para su crecimiento, y la postura del Xi es:
“¿por qué deberíamos frenar nuestro desarrollo, cuando los países ricos que han
creado el problema actual quieren que tomemos medidas que retrasan nuestro
crecimiento?”.
Así se crea un círculo vicioso. Los países del Sur quieren que los países
ricos financien sus costos de reducción de la contaminación y los del Norte
quieren que estos dejen de contaminar y asuman sus propios costos.
Como resultado, el resumen del informe, que está destinado a los
gobernantes, ha sido despojado de las premisas que podrían dar a entender la
necesidad de que el Sur haga más, mientras que los países ricos presionaron
para evitar un lenguaje que pudiera ser interpretado como la necesidad de que
ellos asuman las obligaciones financieras.
Esto debería facilitar un compromiso blando en la próxima Conferencia de
las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de Lima, donde se debería
alcanzar un nuevo acuerdo global (recuérdese el desastre de la conferencia en
Copenhague en 2009).
La clave de cualquier acuerdo está en manos de Estados Unidos. El Congreso
de ese país ha bloqueado toda iniciativa sobre el control climático,
proporcionando una salida fácil para China, India y el resto de los
contaminadores: “¿por qué debemos asumir compromisos y sacrificios, si Estados
Unidos no participa?”.
El problema es que los republicanos han convertido el cambio climático en
una de sus banderas de identidad. La última vez que se propuso un impuesto al
carbono, en 2009, luego de un voto positivo en la Cámara de Representantes
controlada por los demócratas, el Senado dominado por los republicanos lo
rechazó.
En las elecciones de 2010, una serie de políticos que votaron a favor del
impuesto al carbono perdieron sus escaños, lo que contribuyó a que los
republicanos asumiesen el control de la Cámara.
Ahora, la única esperanza para los que quieren un cambio es aguardar las
elecciones de 2016, y esperar que el nuevo presidente de Estados Unidos sea
capaz de cambiar la situación. Este es un buen ejemplo de por qué los antiguos
griegos decían que la esperanza es la última diosa…
El cuadro es muy simple. El Senado estadounidense está integrado por 100
miembros, lo que significa que bastan 51 votos para liquidar cualquier proyecto
de ley sobre un impuesto a los combustibles fósiles.
En China, la situación es diferente. En la mejor de las hipótesis, las
decisiones las toma el Comité Permanente del Comité Central, formado por siete
miembros, que son el verdadero poder en el Partido Comunista.
En otras palabras, el futuro de nuestro planeta lo deciden 58 personas de
una población mundial de casi 7.700 millones de habitantes.
Roberto Savio, fundador y presidente emérito de la
agencia de noticias Inter Press Service y editor de Other News.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2014/04/columna-el-futuro-de-nuestro-planeta-depende-de-58-personas/
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